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11 de noviembre de 2010

PAPEL ROJO

  Cuando ella estaba llegando al final del pasillo, el viento hizo vibrar la puerta. Lo repentino del sonido la asustó y se le aceleró el corazon, pero luego de detenerse un momento continuó su camino. Al abrir la puerta la brisa la despeinó y el pelo le tapó los ojos dejándola ciega por un momento. En esos segundos en los que no pudo ver nada, sintió una caricia en la mano y aunque rápidamente se quitó el pelo de la cara no vio a nadie. Miró hacia ambos lados buscando algo que hubiese sido lo que le causase esa sensación. Y encontró tirado a su lado un grueso papel rojo doblado varias veces. Como no le dio importancia, se dio media vuelta y retomó su viaje original. Pero a los pocos metros se volteó para observar de nuevo el papel, que a pesar del viento seguía en el mismo lugar como esperando ser levantado. Y como en su naturaleza estaba ser curiosa, ella fue a levantarlo. En ese momento pensó en el destino, si todos los momentos de su vida tenian un sentido o todo lo contrario, si ella elegía su camino y en ese papel existían razones que hacían que valga la pena perseguirlo y saciar su curiosidad. Cuando estaba a punto de tocarlo, el viento lo levantó y lo alejó unos metros. Ella comenzó un leve trote para alcanzarlo pero de nuevo al llegar a su lado, se volvió a alejar.

Él estaba angustiado. Últimamente se sentía así todas las mañanas. Cuando cerró la puerta se preguntó si había dejado la televisión encendida o si al final la había apagado. Volvió a entrar. Después de verificar que estaba apagado se dio cuenta de que se olvidaba una carpeta llena de papeles que iba a necesitar durante el día. Se alegro de haberse distraído en ese momento y no lamentarse luego. Y ahí pensó en el destino. ¿Había sido una casualidad o su vida ya estaba escrita y no podía hacer nada para cambiarla? Después de esos segundos de filosofía barata miró el reloj y se percato de que perdería el tren. Se apuró a salir, cerrar la puerta, bajar los dos escalones hasta la vereda y correr. Algo de todo eso salió mal y tropezó cayendo al piso y desparramando sus papeles. No hizo caso al dolor, se levantó, tomó los papeles y empezó a correr. Al llegar a mitad de cuadra le costó esquivar a dos personas que caminaban delante de él, debido a la velocidad a la que iba, pero salió airoso. Pero a pocos metros de la esquina, vio asomarse desde atrás de la pared a una mujer que caminaba agachada tratando de alcanzar un papel rojo que estaba en el suelo. Bueno, a ella no la pudo esquivar. A estar ella inclinada, él quiso saltarla pero sus habilidades no eran las mejores, así que colisionaron y cayeron los dos piso. Allí se conocieron.
 
  Nunca nadie va a saber porqué suceden las cosas, si existe el libre albedrío o el destino ya esta escrito. Nadie va a saber si el encuentro se hubiera dado en un futuro igualmente o si la televisón apagada o el papel rojo fueron determinantes para sus vidas. Lo que podemos saber es que a partir de ese momento se terminó la historia de el y la historia de ella. Y comenzó la historia de ellos.