Páginas

15 de enero de 2011

Onirisismo

     De repente estaba sentado en la mesa de un bar que no conocía. Las paredes estaban rotas, como si hubiesen sido víctimas de un tiroteo. Estaba yo, decía, sentado en un bar y estaba dándole la espalda a todas las personas que estaban allí reunidas. Podía escuchar el murmullo de la multitud pero no tenía intenciones de mirarlos. No me importaba. Al mismo tiempo me sentía como paralizado, incapaz de moverme por mi voluntad, así que por más que hubiese querido voltear la mirada, no hubiese podido.
     Después de un largo rato observando la pared, vi en una de las grietas una figura humana de tamaño real. La imagen parecía tener volumen, como una escultura de piedra. Yo la miraba y me resultaba familiar, pero no podía reconocerla.
     En un momento me acerque para tocar la escultura, pero justo antes de hacer contacto, la figura se movió. Tomó forma humana, de piel y hueso. Ahí estabas vos.
     Me preguntaste que iba a tomar. Te pregunté si no me reconocías. Me respondiste que no sabías quién era. Te recordé toda nuestra historia en un segundo. Y vos, nada.
     Empecé a sentir una especie de pánico escénico mezclado con bronca por ser incapaz de hacerte acordar todo lo que yo tenía en mi cabeza. Vos te diste la vuelta y te ibas caminando. De repente pude moverme y hablar, así que empecé a los gritos como un  loco golpeando la mesa para llamarte de nuevo porque ya no te veía. Pero no logré nada. Unos instantes después todo fue perdiendo su forma hasta que terminó por desaparecer y fue cuando desperté.
Ahí fue cuando rápidamente miré a la mesa de luz buscando tu foto. Y la miré un rato. El tiempo suficiente como para darme cuenta de que ya no existías más. Solo en mis sueños.